MIAMI.- Siempre se ha dicho que es el director quien le pone punto final a una obra teatral al llevarla a escena. Su visión debería estar en consonancia con lo propuesto por el autor o ese otro individuo, el dramaturgo, que toma una pieza ya terminada y le imprime su visión, que necesariamente no tiene que estar en armonía con las premisas establecidas por el autor teatral al escribir su pieza. Sobre este tema hay debates, y en ocasiones se calientan cuando se trata de una obra muy conocida.
Este podría ser el caso de Yerma, la muy representada obra de Federico García Lorca (1898-1936), que la compañía Havanafama ha llevado a escena como Marchita, a partir de una reelaboración del texto por Erom Jimmy Cuesta.
En realidad el teatro de Lorca se presta para explorar ángulos posibles, pues el tejido lorquiano, marcado por lo rural, las relaciones de pareja, la sociedad hipócrita, los prejuicios, la represión emocional y sexual, así como la poesía, le imprime a sus personajes y obras muchas aristas, pues se trata de un teatro muy intenso, agónico, un teatro de ruptura y desafíos para su época. Por ello la versión de Yerma como Marchita realizada por Erom Jimmy Cuesta como dramaturgo y Juan Roca como director, me parece acertada.
El texto original de Lorca nos presenta a Yerma angustiada porque lleva dos años casada y no ha podido concebir. Es a partir de esta premisa que surge la lectura que le dan Jimmy Cuesta y Roca, quienes proponen que la causa de la infertilidad no es por problemas físicos, sino por la falta de sexo de la pareja. El resto de Marchita es estructura para sustentar esa tesis.
El trabajo excesivo, el cansancio, las evasivas de Juan, el marido de Yerma, proporciona sostén a la teoría. En sentido general, conociéndose la homosexualidad de Lorca y el
entorno social en que vivió y creó sus piezas, pienso que el autor de El público, quedaría satisfecho con esta lectura de su Yerma.
Con la creatividad con que nos tiene acostumbrado Juan Roca, viste el escenario de detalles tentadores, ramas secas, un árbol en el centro para despertar la idea del campo. También con coreografías y momentos que quedan en la memoria del público, como cuando aparece María, papel que desempeña muy bien Diana Restrepo, que también hace de Lavandera, portando un enorme velo blanco que va desenrollando alrededor de Yerma. O en otro momento, portando una jarra camina en círculo sugiriendo que riega alrededor de la mujer que no puede concebir. Hubiera sido visualmente hermoso si en vez del gesto, en realidad algo brotara de la jarra, alcanzaría un impacto teatral más impresionante y bello.
En esta propuesta Yerma, papel que desempeña Dairín Valdés, alcanzando notables resultados durante los distintos registros que afronta, de mujer angustiada, en otro de incertidumbre y desesperanza, o enfrentándose a su marido, la relación que establece con Julia, personaje que asume Verónica Cancio De Grandy, le imprime a Marchita lo que buscan Juan Roca y Erom Jimmy, sembrar la duda y curiosidad en la audiencia.
A Verónica es primera vez que la veo haciendo un trabajo tan fuerte. Su desempeño queda registrado por lo que es, una De Grandy, símbolo de profesionalismo y resultados positivos. Su Julia le queda muy bien y convence.
El otro personaje femenino de la obra es Adelaida Rivero, una actriz con mucha experiencia junto a Juan Roca que siempre se luce en escena, en esta ocasión como Lavandera, que hace un buen contrapunteo de chismes y rumores con Diana Restrepo, la otra Lavandera, a orillas del río. Adelaida protagoniza otro personaje, una mujer mayor que aconseja y conoce bien la vida y sus dificultades.
Rei Prado como Juan, el marido de Yerma demuestra una vez más su versatilidad. Lo mismo se crece como Calígula, que hace un papel de homosexual en Delirios o de un tonto en El viaje de la Esperanza. Domina el trabajo de actor y se desdobla con control. Haciendo de Juan, le imprime la rudeza del trabajador del campo y el macho que domina y somete a su mujer.
El otro protagónico masculino lo interpreta Rafael Farello, a cargo de quien también corre el maquillaje de la obra, está a tono, es intrigante, manipulador y hábil, sentando las pautas para que quede clara la relación entre los dos hombres. Otro actor con garra y posibilidades casi ilimitadas, recordémoslo en Bernarda y en Afterglow.
El final de Marchita es trágico, como lo es en la original Yerma, y la nueva interpretación a esta tragedia sobre la infertilidad, abre otros derroteros. A fin de cuenta, en arte casi todo es permitido.
Una línea para el vestuario del propio director Juan Roca. Logra armonizar la vestimenta mediante colores suaves, color tierra, que va muy a tono con la propuesta en general.