Les guardaron sus mejores ropas, algún juguete favorito y las fotos de la familia, para que no olvidaran. Padres e hijos se despidieron a través de un cristal, entre ofensas y el desprecio del naciente régimen que se gestaba en Cuba.
Les guardaron sus mejores ropas, algún juguete favorito y las fotos de la familia, para que no olvidaran. Padres e hijos se despidieron a través de un cristal, entre ofensas y el desprecio del naciente régimen que se gestaba en Cuba.
Así comenzó, hace 60 años, el doloroso capítulo de la Operación Pedro Pan, cuando entre el 26 de diciembre de 1960 y el 23 de octubre de 1962, 14.048 niños y adolescentes llegaron solos desde Cuba a Estados Unidos. Sus padres prefirieron enviarlos fuera de la isla para que escaparan de lo que se avizoraba en el país y el adoctrinamiento marxista-leninista. Llegaron al “País de Nunca Jamás” en un viaje sin regreso, como reseña la página del Museo Americano de la Diáspora Cubana.
Aunque sus padres y familiares confiaban en que todo se arreglaría en pocos meses y que estarían de vuelta a casa, aquellos sueños se truncaron. El régimen establecido en Cuba en 1959 aún sigue en pie, y suma décadas de destierros, fracturas familiares y muchas muertes en el camino hacia la libertad.
Según recoge la página oficial sobre la Operación Pedro Pan, “fue el mayor éxodo registrado de menores no acompañados en el hemisferio occidental”. Aquellos vuelos de 45 minutos convirtieron a los menores en exiliados. Tuvieron que alejarse de su tierra natal para ser libres.
Como indica la profesora Rita Cauce en su estudio “Operation Pedro Pan Fifty Years Later”, la idea de crear un corredor que facilitara la salida de los menores de Cuba fue del padre irlandés Bryan O. Walsh (luego Monseñor Walsh), director de la Oficina de Bienestar Católico en Miami. Tal y como se cuenta en la página de la operación, en noviembre de 1960 un cubano llevó a la oficina de Walsh a un niño de quince años llamado Pedro Martínez, que había llegado solo a Miami a vivir con unos familiares. De este modo, Walsh conoció la creciente oleada de niños no acompañados que estaban llegando al país.
El padre Walsh solicitó ayuda a la istración del presidente Dwight Eisenhower y abogó por fondos federales para estos menores. “Una vez que se consiguieron estos fondos, estableció el Programa de Niños Cubanos en 1960 como una división separada de la Oficina de Bienestar Católico para istrar el cuidado de los niños refugiados cubanos no acompañados que ya se encontraban en Miami, sin padres o familiares que los cuidaran”, se lee en el estudio de Cauce.
El 12 de diciembre de 1960, el Sr. James Baker, director de la Academia Ruston, una escuela estadounidense en La Habana, se reunió con el padre Walsh y le pidió que ayudara a proporcionar refugio y educación a los niños cubanos que serían enviados a Miami, recoge el trabajo de Cauce sobre el inicio del éxodo. Y agrega: “Aproximadamente la mitad de estos niños no tenían familia en los Estados Unidos y fueron atendidos por el Programa de Niños Cubanos y las agencias de bienestar infantil dependiendo de la herencia religiosa del niño”.
Ya en los años 80, desde la Diócesis de Miami, monseñor Walsh continuó desarrollando programas de salud para ayudar a ancianos y personas sin hogar. Más tarde ocupó varios puestos en organizaciones de servicios comunitarios en Miami-Dade. Monseñor Walsh falleció en 2001.
Este fue “un programa predominantemente de exención de visa operado por la Iglesia Católica y el Departamento de Estado de EEUU”, como refiere la página de la operación. Si bien la mayoría de los niños eran católicos, entre ellos se contaban también de otras creencias como protestantes, judíos y ateos.
“Se estableció una red que llegó a toda la isla. En el corazón de esta red estaba Miss Penny Powers, una ciudadana británica. Entre los colaboradores se encontraban Pancho y Bertha Finlay, el Dr. Sergio y Serafina Giquel, Sara del Toro de Odio, Ramón y Polita Grau, Albertina O'Farril y muchos otros”, suma el reporte de esta misma página.
Se estima que “miles de exenciones de visado se solicitaron en Miami por exiliados y se enviaron a sus familiares en Cuba junto con la orden de pago de $25, un requisito para el billete de avión de ida y vuelta. Dentro de Cuba, los padres cubanos organizaron muchas redes para difundir el conocimiento sobre la operación en toda la isla”.
En Miami se crearon refugios para albergar a los menores y posteriormente “más de 100 ciudades y 35 estados proporcionaron hogares grupales y cuidado de crianza para estos niños”.
Fue la Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, el punto de cierre de esta operación con el fin de los vuelos comerciales entre La Habana y Miami. “Con ello se inició un período de tres años durante el cual los viajes se realizaron a través de terceros países, España y México”, anota la página de la operación.
Para aquellos padres que aún estaban a la espera de salir a reencontrarse con sus hijos, no fue hasta 1965 que tuvieron la oportunidad de ir a Miami en los llamados Freedom Flights, o Vuelos de la Libertad, con una frecuencia de dos veces al día. Estos viajes priorizaron a los familiares inmediatos de menores de 21 años en EEUU. Cerca del 90% de los que aún estaban bajo cuidado pudieron reunirse con sus padres en junio de 1966.
Un testimonio de Marta Ortega (1921-2018) revela el dolor que atravesaron los padres durante esos años de éxodo. “No los vi en 18 años. No quiero volver a decirlo porque voy a empezar a llorar. Sufrí tanto, tanto, tanto... pero lo volvería a hacer porque sacarlos del comunismo y llevarlos a la tierra de la libertad, esta tierra bendita, no tiene precio”.